Tras los acontecimientos acaecidos después del partido contra el Schalke, que han concluido con la trágica muerte de Iñigo Cabacas, joven deportista y athleticzale, no puedo ocultar mi tristeza e indignación por el grave hecho ocurrido…
Más indignación aun cuando sus familiares y amigos han tenido que negar las vinculaciones políticas del joven basauritarra. ¿Cómo se puede tolerar que estas personas, a las cuales se acaba de arrebatar un ser querido, además del dolor, el shock psicológico y la impotencia, tengan que sufrir esta situación?
Por contra, en lugar de centrar el debate en la búsqueda de justicia, algunos medios han querido dejar esta demanda a un lado y desviar la atención hacia versiones muy conocidas en este país durante muchos años. Hablo de la versión oficial, de la versión que desde la primera noticia intenta eximir de responsabilidad a los garantes del orden público en cualquier tipo de situación conflictiva, antes incluso de comenzar a investigar qué es lo que realmente ha sucedido.
Está claro que en algunas situaciones tendrán más responsabilidad y en otras no, pero no se debería de dar una versión sin antes investigar los hechos. Es decir, esta actitud intencionada provoca que en algunos casos sea realmente difícil que se imparta justicia real. En este sentido, me llamó poderosamente la atención un dato publicado por DEIA esta misma semana: “En caso de que finalmente se demuestre que el joven falleció a consecuencia de un disparo efectuado por la Ertzaintza, este sería el quinto fallecido desde 1995 en actuaciones de la Policía vasca en el mantenimiento del orden público, el segundo de ellos por disparos con pelotas de goma. En todos los casos anteriores la Justicia ha eximido de responsabilidad alguna a la Ertzaintza.”
Tras leerlo, me vino a la cabeza la siguiente pregunta: con todas las situaciones conflictivas que ha habido en este país en las últimas décadas, ¿cuántas familias habrán sufrido injusticias similares?
Precisamente creo que uno de los grandes obstáculos para que se haga justicia se encuentra en los mismos investigadores. Es decir, si los mismos que tienen que investigar, antes de hacerlo, dan una versión mediante la cual responsabilizan a otros de los hechos ocurridos, difícilmente se pueden echar atrás y cambiar de rumbo, salvo que el hecho sea muy grave.
Y en este caso, el hecho es desgraciadamente tan grave que la demanda social de justicia es posible que fuerce a los investigadores a llegar hasta el final y por consiguiente se imparta justicia. Tan graves, que da igual si han ocurrido en una herriko taberna, en un batzoki o en la casa del pueblo; si una pelea entre dos personas ha promovido tal situación; si la Policía ha sido provocada; o si la persona era de una ideología u otra.
Lo principal es que una persona, llamada Iñigo Cabacas, a la cual le gustaba el fútbol, le han quitado la vida cuando celebraba un día grande. Eso es lo importante, ¡esa es la noticia!
Sinceramente creo que aún estamos acostumbrados a un tipo de garantía del orden público que, más que prevenir, tiende aprovechar ciertas circunstancias para ejecutar su protocolo de disolución (normalmente contra un sector concreto de la población). Digo esto tras leer las opiniones de gente que vivió de cerca lo ocurrido, principalmente a raíz de un testimonio de una pareja malagueña recogido en El Correo Español, que narraba los hechos del siguiente modo: “Estoy de pie en la jardinera central esperando a mi novio. De repente, a todo lo largo de la calle se colocan tres furgonetas de la Ertzaintza. Estoy de pie, ¿pero qué está pasando? No lo entiendo, le digo a la prima de mi chico. Oigo una bola sobre mi cabeza. Estoy sorprendida. No sé qué hacer. Les grito a los policías. ¡No, no, que no estamos haciendo nada! Junto a mi hay dos niñas de 17 años histéricas. Les digo que se pongan detrás de mí para intentar protegerse. ¡Es que no disparan al aire! Tiran a la misma altura del cuerpo. Me fijo en uno de ellos. Está en la puerta trasera de la furgoneta. Sale, dispara y se cubre con la puerta” su pareja Roberto matiza “los botellazos hacia la Policía vinieron después de la primera carga”.
Por todo ello, insisto en mi apoyo, calor y cercanía a la familia y amigos/as así como en la petición de justicia, tal como colgaba en Twitter nada más enterarme del fallecimiento, salido desde el corazón y con todo el cariño posible. Y además mantengo el idioma que empleé, el euskara, cosa que a algún medio le llamó poderosamente la atención, hasta el punto de parecerle “sospechoso” o quizás incluso síntoma de “confabulación judeo-masónica”…, cuando lo publicó en su página digital: Egun tristea guztiontzat! Iñigoren familiari indarra, gertutasuna eta berotasuna. Benetako justizia behar dugu!
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