Cuando el hombre blanco vino, nosotros teníamos la tierra y ellos tenían la Biblia. Nos enseñaron a rezar con los ojos cerrados, y cuando los abrimos, ellos tenían la tierra y nosotros la Biblia». Jommo Kenyatta, presidente de Kenia entre 1963 y 1964 y padre fundador de la nación keniana, resumió como nadie en esta frase los devastadores efectos de siglos de colonización occidental en pueblos que eran pobres y paganos, y acabaron evangelizados y esclavos. No descubro nada si digo que la historia de la humanidad no es sino la historia de la violenta opresión de unos pueblos sobre otros, de unas clases sobre otras, y de la lucha de estas últimas por sacudirse la dominación a golpe de revolución y machinada. Esa tensión, digo, ha acompañado al ser humano durante su dudosa evolución, y así mismo ha perdurado hasta el mismo día en que leen ustedes estas líneas. Les suena, ¿verdad?
Con los kenianos, como dice Jommo, los británicos utilizaron el truco de la Biblia. Y aunque me consta que, a pesar del paso del tiempo, la vieja argucia sigue funcionando, los negreros han ideado otros métodos, más sofisticados, para seguir exprimiendo a los pobres del mundo entero. Tras siglos de esquilmar y despojar, la oligarquía se encontró un día con que las clases oprimidas habían llegado al límite de la miseria. Entonces, ¿cómo robar al que no tiene dinero? Prestándoselo. La usura ya estaba inventada, sólo había que modernizarla y extenderla, barnizarla y ponerla de moda. Y eso es lo que hicieron. Sin piedad alguna.
Entiendo que a algunos de ustedes les parecerá mucho simplificar, pero así es como yo lo veo. Podríamos hablar de la prima de riesgo, del diferencial con el bono alemán y del «rescate» de los bancos. Podríamos perder el tiempo de esa o de cualquier otra manera, pero, ya lo he dicho otras veces, no puede pasar un día más sin que empecemos a llamar a las cosas por su nombre. Como Jommo Kenyatta. No sé si tenemos o no los ojos cerrados, pero sí sé que la Biblia se ha convertido en hipoteca y que los blancos se han quedado con nuestras vidas. También sé, porque lo he leído, que su violenta sinceridad contra el inglés le costó a Jommo cárcel y trabajos forzados. Acaso sea el camino.
Gara
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